lunes, 7 de diciembre de 2009

PRESENTACIÓN



Es un nombre completamente nuevo en la escena de la pintura, su obra nace en medio de su vida como un recurso vital, una respiración del espí­ritu que combate la asfixia y el encierro. Nacido en Medellí­n hace 46 años, sus primeros años transcurrieron entre la demencia de una ciudad convulsionada por la ostentación del dinero fácil y una familia que decidió construirse en una nueva realidad. Así­ llega a Estados Unidos, muy joven de la mano de sus padres, y ahí sufre el primer embate de la vida: un accidente de tráfico que le arranca un mes y le sume en un coma.
Este hecho parece irrelevante en su producción gráfica, pero explica el por qué después de haber sido de muchacho un retratista aficionado, todo queda enterrado en el olvido, a pesar de la influencia de su abuelo Ezequiel Zuluaga, un pintor y escultor que se ganó la vida como fotógrafo. No obstante, diez años más tarde, el destino le da una nueva embestida que lo confina al encierro. Es ahí donde la libertad busca su camino a través de la pintura y Diego logra ser libre dentro de la esclavitud del sistema judicial norteamericano.De esta experiencia, dolorosa sin duda, pero enriquecedora para su vida -pues le permite develar un talento oculto y olvidado-, saca el tema de las obras que exhibe, y hace explícita una vivencia que para muchos se convierte en motivo de vergüenza: la realidad de las cárceles, la soledad, la melancolía del mundo que queda afuera.
"A medida que una obra se transforma, uno cambia también; dicen que es como una alquimia y así lo he vivido yo" -afirma el artista-, quien logra con su trazo, no sólo captar un instante de su propia vida, sino de los personajes de sus retratos. Así se funde en un solo momento con el personaje y se transforma a sí mismo y a su objeto.

Diego Salazar encontró en la pintura figurativa y casi expresionista un camino que empezó a recorrer hace varios años aunque sólo ahora aparece en la escena pública. La fuerza en el color y lo definido del trazo contrasta con la tristeza de las imágenes que de manera valiente plasma. Con ésto, Salazar lucha por su libertad, por la libertad de su espíritu y por la poesía que guarda la vida en algunos de sus rincones. Esa poesía, de Neruda llena de vida y esperanza, esos versos nocturnos de José Asunción Silva que Diego aprendió en su infancia se convirtieron después en la llave de entrada a su arte.

No hay comentarios: